martes, 30 de agosto de 2011

La sonrisa de Maru Botana

Maru con su hijo Facundo

Maru Botana es una cocinera y presentadora argentina muy querida por los televidentes en Latinoamérica debido a la naturalidad y simpatía que derrocha en sus programas de cocina. Siempre sonriente soñaba con tener una familia numerosa y ni el éxito, ni la intensidad de su carrera fueron obstáculo para que lograra su sueño de llenar la casa de niños.
Logró sin mucha dificultad integrar su vida profesional  y familiar, sus hijos participaban en sus programas ayudando en la cocina y correteando por todos lados tal y como ocurre en la vida cotidiana de cualquier familia numerosa.
El 3 de Marzo de 2008 Maru y su esposo Bernardo Sola fueron bendecida con la llegada de Facundo, el sexto hijo de la pareja. La vida no podía ser más dulce, Facundo peso 3 kilos y gozo de perfecto estado de salud. Sus hermanos Agustín, Lucia, Matías, Sofía y Santiago estaban rozagantes de alegría.

La presentadora siempre ha dicho que “Lo más lindo de la vida es criar muchos hijos. Y al contrario de lo que la gente cree, es fácil. Se cuidan entre ellos y aprenden a compartir desde chiquitos’’.
Poco después de que Facundo cumpliera los seis meses de edad, Maru y su esposo Bernardo pensaron en llevar a sus hijos mayores unos días de vacaciones a Las Leñas, uno centro de esquí en el interior de la cordillera de los Andes. Ambos padres acordaron que lo más sensato era que el pequeño Facundo se quedara al cuidado de sus abuelos quienes se desvivían por el benjamín de la familia.

A las cinco de la mañana en medio de las montañas, Maru recibió la llamada más dura de su vida: su hijo pequeño había fallecido de muerte súbita.  La muerte de Facundo conmovió profundamente a la opinión pública. Tanto que pocas horas después de conocida la noticia un seguidor creó el sitio www.fuerzamaru.blogspot.com con el propósito de enviar mensajes de apoyo a la madre.
Un mes después de la partida de Facundo, Maru agradeció los miles de mensajes de cariño que había recibido y dijo llorando: ‘’pienso que si Dios me eligió a mí para esto, es por algo. La tristeza y la alegría van de la mano. Vamos a seguir como podamos, pero tengo bien en claro que me tengo que levantar’’.

Maru supo cobijarse en el amor de su familia y en el cariño que le prodigaron los miles seguidores que ella se había ganado gracias a su carisma. Pudo recuperar la sonrisa gracias a ellos y a la certeza de que la vida es un don, no importa que cuan corta, siempre es un regalo.

El 24 de Marzo de 2010 Maru dio a luz a su séptimo hijo Juan Ignacio, el nuevo integrante de la familia que vino a llenar de nuevo de ilusión y alegría la casa.

Maru con sus hijos

viernes, 26 de agosto de 2011

El club de las sobrevivientes Parte 4


A Ann Feele dueña de una panadería en Londres, le dieron un año de vida en 2006. Tenía un tumor recurrente en el cerebro que crecía apresuradamente. Cuando su médico le dijo que su condición era terminal, se sentó a llorar en el consultorio del galeno hasta el punto de no poder respirar, estaba desecha.
En esas primeras semanas estuvo inmovilizada por la tristeza y el sentimiento de lastima por sí misma. Ella y  su esposo Jonathan, un abogado jubilado, acordaron que el le explicaría a sus hijas Molly y Sadie aun adolescentes el terrible pronóstico. Entonces la angustia de Ann se disipo temporalmente al ver la aflicción de las jóvenes.
Una vez que los sentimientos de desesperación se fueron, creció en su lugar la determinación de luchar por su vida cada vez con más y más fuerza. 
Ann y su esposo decidieron jubilarse para concentrarse en la lucha por la vida de Ann durante el mayor tiempo posible y así poder disfrutar la vida que les quedara juntos.
A la operación para extirpar el tumor, le siguieron tratamientos de radioterapia y quimioterapia. Luego contrato un entrenador personal para ayudarla a fortalecerse y con la ayuda del tratamiento poco a poco comenzó a mejorarse.
Pero el momento crucial para Ann fue cuando su hija Molly fue aceptada en la Universidad de Chicago. Su hija le dijo que no se iría de casa, pues ella no podía soportar dejar a su mamá en caso de que su condición se deteriorara. Ann le insistió que se fuera  pues no quería que rechazara la oportunidad de su vida por culpa de la enfermedad y le prometió que lucharía con más fuerza que nunca.
Ann se planteó la meta de vivir dos años más, concentrándose en disfrutar con su familia las cosas simples de la vida como cocinar, comer juntos y salir dar largas caminatas. El tumor aún estaba allí, pero los chequeos regulares mostraban que contrario a lo que se esperaba, la condición no estaba empeorando.
Así que empezó a ponerse pequeños retos. Al año siguiente completó medio maratón con el apoyo de su esposo y de sus hijas quienes estuvieron allí en primera fila para verla.
El año pasado recorrió 5957 kilómetros a través de Estados Unidos y recolectó casi dos millones de libras esterlinas para la Organización Macmillan, que ofrece soporte a los pacientes con cáncer. Este verano Ann estará remando a través del Canal de la Mancha para recaudar más fondos.
Cuando estaban por cumplirse los dos años del diagnóstico y sin haber tenido ninguna recaída, su esposo el abogado le dijo: aun estas aquí, es hora de renegociar!.
Y eso es exactamente lo que Ann ha estado haciendo desde entonces. Hoy con 56 años de edad y después de 4 años desde que le dijeron que su muerte era inminente, aunque el cáncer se mantiene en una parte de su cerebro, ella no siente que es el momento de dejar a su familia y sigue luchando por su vida. 

martes, 23 de agosto de 2011

El club de las sobrevivientes Parte 3

Hace trece años en 1998, Sue Wigg fue referida al dermatólogo con una irritación en la piel que no mejoraba.  Resultó que tenía una forma extraña de cáncer interno de piel extremadamente letal.
 Al principio se sintió tranquila de tener el diagnóstico correcto pues así los médicos sabrían exactamente como tratar la enfermedad. En ese momento nadie le planteó las cosas como de vida o muerte. El golpe duro vino cuando los doctores descubrieron un tumor inmenso en su hígado, Sue no podía creer que no se hubiese dado cuenta.
La operaron para extirpar el tumor principal y recibió quimioterapia para los tumores secundarios. Después de tres sesiones de quimioterapia comenzó a sufrir dolores de cabeza y malestares. Esto condujo al descubrimiento de otro tumor en su cerebro, los doctores decidieron que el tratamiento debía ser suspendido.
Le advirtieron que perdería sus facultades cognitivas, lo que la angustio enormemente. Le pregunto a sus doctores cuanto tiempo le quedaba y ellos no sabina responderle. Entonces le dijeron que el cáncer estaba creciendo más rápido de lo que ellos podían contener y que no creían que sobreviviría más de unas pocas semanas.
Engullida por la tristeza de que no vería a sus hijos pasar por la universidad o casarse y tener hijos se sometió a una nueva cirugía en el cerebro y entonces ocurrió lo imposible, el cáncer comenzó a ceder.
Fue entonces cuando se aferró a la esperanza de sobrevivir.
Sue comenzó a recuperar la confianza poco a poco, se sentía mejor y comenzó a atreverse a hacer planes para el futuro.
Desde entonces ha sufrido algunos reveces, le fue removido un lunar canceroso de la pierna y en julio de 2010 nódulos linfáticos fueron extirpados de su ingle, pero Sue ya no se preocupa de cuándo va el cáncer a llevársela y se ocupa de vivir intensamente.
En su mente tiene dos edades: se siente 56 y de 13, el número de años que ha vivido desde su diagnóstico terminal. Estos trece años han sido los más intensos y profundos de su vida.
Sigue trabajando como maestra de niños con necesidades especiales viven en Brighton con su esposo Michael. Tienen dos hijos de 29 y 31 años.

viernes, 19 de agosto de 2011

El club de las sobrevivientes Parte 2


Ángela Profit fue diagnosticada con cáncer de ovario al comienzo de la primavera de 2001, en aquel momento nadie pensó que viviría lo suficiente para ver florecer los bulbos de flores que sembró poco después de que le dijeran que le quedaba un año de vida.
Cuando Ángela recuerda los días que siguieron a su diagnóstico, reconoce que no tenía ninguna esperanza. Durante más de un año antes de saber que tenía cáncer sospechaba  que algo andaba mal. Los médicos primero le dijeron que tenía el síndrome de intestino irritable, pero el estómago se le hinchó tanto que lucía como si estuviese embarazada, entonces fue admitida de emergencia en el hospital para que le hicieran exámenes más profundos.
Aunque tenía la sospecha de que podía ser algo serio Ángela no esperaba ser diagnosticada con cáncer, dos días después de que le dieran la noticia también le informaron que la enfermedad se había extendido a los pulmones y que era terminal.
Su oncólogo le dijo que la operarían para removerle los ovarios, pero que él no tenía esperanzas de que recuperara.
Ángela pensó en sus padres, quienes con más de ochenta años quedarían devastados con la noticia de su muerte. Luego experimento mucha rabia al pensar que no podría ver a sus nietos o visitar Venecia, la ciudad a la que siempre había deseado ir. También sentía mucha tristeza al pensar que no podría casarse con su compañero por largos años y del que estaba profundamente enamorada.
Después de la operación le rogó a su familia que la llevara a su casa pues estaba convencida de que si permanecía en el hospital, moriría. Su familia y amigos le decían que podía vencer al cáncer, Ángela después de un tiempo comenzó a creer.
Después del diagnóstico nació su primer nieto, se casó con su ahora esposo y fue a Venecia.
Empezó a pasar tiempo en su jardín disfrutando la belleza de las pequeñas cosas que antes nunca tuvo tiempo de notar. Logró una paz que le dio la fortaleza para soportar la quimioterapia. Ella sabía (aunque su doctor lo ignoraba) que tenía suficiente fuerza consigo.
Al darse cuenta de cuanto deseaba esas tres cosas, vio la importancia de establecer objetivos que perseguir. Es algo que ahora hace habitualmente con la ayuda de la medicina convencional y terapias alternativas como la reflexología y llevando una vida más espiritual.
No ha sido fácil, el cáncer ha regresado tres veces a su ingle y a sus nódulos linfáticos. Pero eso no le ha impedido  viajar por el mundo y empezar una nueva carrera como activista en la lucha contra el cáncer.
Hoy con 67 años le cuesta creer que ha visto pasar nueve primaveras inesperadas en su vida y ha visto florecer en su jardín las flores símbolo de su supervivencia. Vive con la enfermedad, pero tiene fe en que las drogas lo mantendrán a raya, y si no, está dispuesta a enfrentarlo con quimioterapia. Mientras tanto continua disfrutando de la vida mientras la tenga consigo. 

martes, 16 de agosto de 2011

El club de las sobrevivientes Parte 1.

A Jane Plant le diagnosticaron por primera vez cáncer de seno a los 42 años. En aquel momento batallo duramente, el cáncer reapareció 5 veces.
En 1993, cinco años después de que pensó que lo había vencido definitivamente, el cáncer regresó para vengarse. Era la quinta vez que aparecía un tumor, los doctores le dijeron que le quedaban dos meses de vida y a Jane ya no le quedaban más fuerzas para seguir luchando contra la enfermedad que parecía más fuerte que ella. Ya sin esperanzas le pidió a su médico que la ayudara a terminar con su vida en ese momento.
En medio de su tristeza y apenas  con fuerza para sollozar pudo oír a su pequeño hijo de apenas 6 años llorando en otra habitación cercana y en ese momento supo que no se permitiría de nuevo considerar dejarlo. Cinco semanas después cuando le dijeron que le quedaban apenas  dos meses de vida ya no estaba molesta ni asustada, había tocado fondo unas semanas atrás y estaba en el camino de volver a la lucha. 
Decidió utilizar sus conocimientos científicos para buscar una solución a su problema de manera urgente, debía encontrar respuestas rápido si quería tener algún chance de vivir. Esa noche en su oficina ella y su esposo miraron en un mapa la incidencia de varios tipos de cáncer en el mundo. Encontraron que en China el cáncer de seno era de uno por cada 100.000 habitantes comparado con uno cada 10 habitantes en el Reino Unido, donde ella vive.
Sus investigaciones la convencieron de que su cáncer estaba relacionado con la dieta que llevaba por lo que decidió adoptar el tipo de dieta predominante en China, basada en frutas vegetales, nueces, baja en proteína animal y sin productos lácteos.
A los seis meses el tumor había desaparecido, el oncólogo le dijo que simplemente la enfermedad había respondido a la quimioterapia pero que regresaría cuando terminara el tratamiento. Escuchar esto fue un golpe muy duro, pero decidió mantener sus nuevos hábitos alimenticios y vivir la mejor vida posible. Fue una época angustiante, marcada  por la búsqueda permanente de quistes y pensando cuanto tiempo de vida aun le quedaría. El tumor nunca regresó.
Tuvieron que pasar seis años hasta que Jane pudo reaccionar al hecho de que aún seguía con vida, se repetía una y otra vez que no estaba muerta!. Fué entonces cuando se convenció de que había vencido definitivamente el cáncer.
Hoy con 65 años y a diferencia de muchas mujeres, el hecho de envejecer no le preocupa, mira cada nueva arruga como una marca de victoria, su premio por haber vencido al cáncer cuando los doctores pensaban que la enfermedad le había ganado a ella.
Jane sigue trabajando como profesora de geoquímica en el Colegio Imperial de Londres y vive en Richmond con su esposo el también profesor Peter Simpson. Tienen tres hijos y seis nietos. Los médicos de le dieron dos meses de vida hace 17 años cuando sus hijos aún eran pequeños, no pueden creer que tenga en sus brazos a su sexto nieto nacido el año pasado.

martes, 9 de agosto de 2011

La vida siempre es un Don

Mercedes Delgado

Mercedes Delgado es una mujer Argentina devota de San Cayetano. Su hijo Marco Soria se casó hace tres años con Erika Silva y desde entonces esperaban el momento de ser bendecidos con un nuevo miembro de la familia.
Debido a que el tiempo pasaba y no había noticias de embarazo Mercedes comenzó a rogar a San Cayetano para que intercediera por la llegada de un nieto. Y así ocurrió, Erika y Marco esperaban a su primer hijo llenos de ilusión. Aunque Erika siempre pensó que llamaría a su hijo Octavio, desde que supo de su embarazo el nombre de ‘Mateo’ se le metió entre ceja y ceja.
Al cuarto mes de embarazo de Erika, un ultrasonido revelo que el pequeño tenía  anencefalia, una malformación cerebral congénita que no le permitiría sobrevivir por mucho tiempo después de nacer.
Al descubrir la condición los médicos le recomendaron a Erika y a Marco un aborto ‘terapéutico’ para interrumpir el embarazo, eliminar al bebe lo antes posible. Erika se negó rotundamente, quería conocer a su hijito, ‘’verle la carita’’ cuenta Mercedes con un nudo en la garganta.
A pesar de que Erika estaba convencida de tener a su hijo y se lo dejo saber con firmeza a los médicos, estos  insistieron en dos oportunidades más, que la muchacha debía practicarse un aborto.  La respuesta de Erika fue contundente en ambas ocasiones: ‘’Dios me lo da, Dios me lo lleva’’.
Erika le pidió fortaleza a Dios para seguir adelante y sucedió que el embarazo fue totalmente normal. Decidió investigar y aprender todo lo posible sobre la condición de su hijo y se enteró de que los bebés con anencefalia casi no se mueven en el vientre materno, pero su hijito no la dejaba dormir dando pataditas. Ambos padres festejaban cada patadita, cada movimiento era una enorme alegría.  
Igual que para cualquier otra madre, fue muy especial para Erika tenerlo en su vientre, pero ella lo disfruto más intensamente que cualquier otra, porque sabía que lo tendría por muy poco tiempo.
Erika dio a luz por cesárea el 29 de Mayo, Mateo peso un kilo y medio y fue un bebe rozagante y precioso. Abrió sus ojitos hinchados de recién nacido y succionaba con mucha fuerza.   
Tanto Erika como Marcos y su familia estaban preparados para el momento que estaban viviendo. Con mucha paz y tranquilidad entendieron que no eran dueños de la vida de su hijo. Mateo conoció a sus padres y a sus abuelos. Vivió dos días rodeado de todo el amor y el cariño del mundo.   
Mercedes está convencida de que su nieto vino al mundo a testimoniar el enorme valor de la vida en su momento más frágil.  Inmensamente orgullosa de su nuera reconoce que la joven de 27 años es un ejemplo para todas las madres.
Con el pasar de los meses, Erika se enteró el significado del nombre que había escogido intuitivamente para su hijo: Don de Dios.

sábado, 6 de agosto de 2011

El milagro de Paula Cawte


En Enero de 2010 después de mucho esperar y desear ser bendecida con la llegada de un hijo,  Paula Cawte, una británica de 38 años, supo que estaba embarazada.
Todo parecía normal hasta que en Mayo durante la semana 20 un ultrasonido revelo que se trataba de un embarazo ectópico.
En un embarazo normal, el pequeño embrión se implanta en el útero, donde crece y se desarrolla. Pero en un embarazo ectópico, el embrión se comúnmente se implanta en una trompa de Falopio, o más raramente en la cavidad abdominal o en un ovario.
Cerca de uno de cada 70 embarazos es ectópico, en la mayoría de los países el embarazo ectópico es terminado para evitar la ruptura de algún órgano o  arteria de la madre.
Paula fue admitida en el hospital después del ultrasonido, paso varias semanas de mucha ansiedad e incertidumbre y además sufría dolores intensos.
Él bebé de Paula se había implantado en el abdomen y por ello los médicos sugirieron terminar con el embarazo. También le dijeron que continuar con el embarazo implicaría arriesgar su propia vida para tener un bebé que probablemente vendría seriamente discapacitado por el hecho de nacer prematuramente o peor aún, morir antes de nacer.
Por lo inusual del caso, les fue permitido tomarse un tiempo para terminar el embarazo después del límite legal de 24 semanas. Los futuros padres, destrozados y en medio de su angustia pedían estadísticas a los médicos para evaluar los chances que tendrían, pero el caso era muy raro y los doctores no podían proveérselas. Las únicas probabilidades de supervivencia que recibieron fueron tres millones en una.
Ambos padres se negaron a renunciar al bebé que esperaban y así fue como acordaron que mientras no existiera un peligro inminente, continuarían tan lejos como fuera posible para darle al pequeño el mejor chance de vida.
Inicialmente los cirujanos pensaron inducir el parto a las 28 semanas pero luego decidieron esperar hasta la semana 32 para que los pulmones del bebe estuviesen más desarrollados. Cuando el equipo médico fue informado de que no había suficiente sangre en el banco del hospital para cubrir los 3 litros y medio que necesitaría Paula, fue transferida a otro hospital donde decidieron inducir el parto a las 30 semanas.
Eva nació el 19 de Julio de 2010 pesando 1.3 kilos y fue inmediatamente transferida a una unidad de cuidados intensivos para neonatos. Mientras Eva estaba en los cuidados intensivos, Paula luchaba por su vida en la sala de operaciones, perdió mucha sangre, al final necesito 5 litros y medio para lograr estabilizarla.
Los doctores determinaron que Eva sobrevivió gracias a que la membrana del abdomen de Paula creo un saco que contenía líquido amniótico, ello ayudo al desarrollo de los pulmones y además la placenta también estaba funcionando correctamente.
Eva dejo el hospital 3 meses después de nacida y con un desarrollo normal, hoy no queda ninguna pista de que fue un bebé prematuro. Es un verdadero milagro y un regalo para sus padres quienes estuvieron dispuestos a todo por la vida de su pequeña.