El Reino Unido fue considerado en su momento uno de los países más liberales en Europa y en el mundo en cuanto al reconocimiento del ‘derecho al aborto’. En este país el aborto fue despenalizado hasta la semana 28 mediante la Ley del Aborto de 1967 que lo convirtió en una prestación médica del Servicio Nacional de Salud.
Se permitió como último recurso en la solución de casos excepcionalmente difíciles en los que se hacía necesario salvar la vida de madres vulnerables, para evitar lesiones graves y permanentes a la integridad física o mental de la madre o si el niño por nacer podía estar afectado por discapacidad física o mental importante.
Para la época se consideraba que el producto de la concepción era una forma temprana de vida humana, por lo que no se le otorgaba el mismo estatus de un bebe más desarrollado. Una consideración contraía hubiese sido una devaluación de la vida misma y de la propia humanidad.
Pero quienes promovieron la legalización del aborto hace cuatro décadas bajo estos supuestos excepcionales, no pudieron anticipar que el aborto se convertiría en un método anticonceptivo rutinario. Cuarenta años después de la intrépida demostración de liberalidad, el Reino Unido se ha convertido en la capital europea del aborto, donde se practican 200.000 abortos anualmente.
Allí el 42.4 por ciento de los embarazos de mujeres de hasta 20 años termina en aborto. Este porcentaje se incrementa a 60 por ciento en las menores de 16 años.
Desde la despenalización del aborto en Inglaterra y Gales, el número de abortos se ha cuadruplicado. Es evidente que para las mujeres más jóvenes, el aborto es el método anticonceptivo más utilizado.
El pretendido equilibrio entre la protección a las mujeres vulnerables y la ‘forma de vida temprana’ se perdió bajo la presión de la retórica de quienes defienden el supuesto ‘derecho a decidir’ de la madre, que no toma en cuenta los derechos humanos del niño no nacido. Ese balance además ha perdido toda vigencia desde hace ya varios años con los avances científicos que certifican el inicio de la vida al momento de la concepción.
La penalización del aborto se mantiene solo en Irlanda del Norte, desde donde viajan unas 2.000 mujeres al año para terminar sus embarazos.
El aborto se convirtió en parte de un estilo de vida con ‘opciones’ destructor de todo respeto por la vida humana, que es a fin de cuentas lo que define la civilidad de las sociedades.
Tal y como ha sido expresado por los defensores del derecho a la vida de los niños por nacer, ‘’en la nueva Gran Bretaña el lugar más peligroso es el vientre materno".