Rebecca Kiessling fue adoptada al nacer y educada por una familia judía. Aunque creció con el afecto de
sus padres adoptivos, los demás niños notaban la diferencia entre ellos y Rebecca. Después de años de
burlas y maltratos en la escuela judía decidió buscar a sus padres biológicos y las razones por las que fue
dada en adopción.
Tuvo que esperar tener la edad legal (18 años) para pedir a las autoridades la información oficial acerca de
sus orígenes. Una vez alcanzada la mayoría de edad obtuvo todos los detalles sobre su madre biológica, su
color de ojos, de cabello, altura, peso, edad, su raza, religión, ocupación y nivel educativo. En cambio en
relación a su padre solo encontró una mención a la raza raza caucásica y a la contextura grande.
Inmediatamente después de leer los documentos pensó que aquello parecía una descripción policial.
Volvió donde la trabajadora social que le había entregado los papeles y le pregunto de frente si su mama
había sido violada. La mujer le contesto que sí y que la verdad era que no había querido decírselo. La
muchacha quedo devastada al oír la confirmación de sus sospechas.
Rebecca cuenta que se sintió tan fea e indeseada que se preguntaba si alguien podría amarla alguna vez.
A pesar de todo el dolor decidió que aun quería conocer a su madre biológica. Se reunieron cuando tenía
19 años. Su madre le dijo que lamentaba mucho que se hubiera enterado que fue concebida producto de
una violación, y luego que dio detalles terribles que Rebecca desconocía: le dijo que la habría abortado de
no ser porque el aborto era ilegal en esa época.
Su autoestima se desplomó aún más de lo que ya estaba y comenzó a tener amistades y relaciones
destructivas con gente abusiva, pues sentía que debía estar agradecida de que al menos alguien anduviera
con ella. En una oportunidad fue golpeada fuertemente por un novio que le destrozó la mandíbula.
Para entonces había tocado fondo. Aunque en apariencia era una chica que se destacaba en la escuela de
leyes de una prestigiosa universidad y en los deportes, en su interior iba en deterioro.
Todo cambio el día que un amigo la invitó a la iglesia a la que este asistía y escuchó una canción titulada
‘Amazing Grace’ (Asombrosa Gracia). Empezó a llorar y a comprender que estaba malgastando el regalo
que Dios le había dado: la vida misma. Este episodio le permitió empezar a un viaje en el que luego
podría ver con una nueva perspectiva el significado del regalo de la vida.