martes, 3 de mayo de 2011

William y Kate, hasta que la muerte los separe

Finalmente ocurrió, William y Kate se unieron en matrimonio el pasado 29 de Abril ante la mirada de dos billones de personas que presenciaron la unión a través de la televisión, el internet o la radio.  
Los medios reseñan insistentemente los detalles más glamorosos del matrimonio: los invitados, los atuendos, los recorridos, etc. Por otro lado están las reseñas anecdóticas de los seguidores más creativos.
Poco análisis se hace de la trascendencia del evento en las vidas personales de los novios y de los seguidores de la boda real.
Quienes se decidieron a ver pasar aunque fuese por un instante a los novios permanecieron durante horas acampando a merced del tiempo londinense para presenciar literalmente eso: un instante de vista desde lejos de los recién casados.
En otros puntos del globo los televidentes madrugaron y hasta se concentraron para ser testigos de la unión.  
Que hace tan atractiva una formula milenaria repetida una y otra vez en todos los estratos sociales? Solamente la curiosidad por el diseño del vestido de la novia? La celebridad de los asistentes? La marcha impecable de los guardias reales?
Realmente la magia y el encanto de la unión son el resultado de la esperanza y el compromiso puestos en la promesa matrimonial:
Yo William, Arthur, Philip Loui te tomo a ti Catherine Elizabeth en sagrado matrimonio como mi esposa para amarte y respetarte y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la riqueza o en la pobreza, en la salud y en la enfermedad, para amarte y respetarte todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe de acuerdo con la ley de Dios.
Yo Catherine, te tomo a ti William, Arthur, Philip, Loui en sagrado matrimonio como mi esposo para amarte y respetarte y prometo serte fiel en la prosperidad y en la adversidad, en la riqueza o en la pobreza, en la salud y en la enfermedad para amarte y respetarte todos los días de mi vida hasta que la muerte nos separe de acuerdo con la ley de Dios.
Es la ilusión de la vida en común, esa certeza de que su unión ha sido bendecida y  posiblemente lo será más tarde con la llegada de los hijos y el desarrollo de la familia. Es saber que están abriendo la puerta a la vida misma.   
Rowan Williams actual Arzobispo de Canterbury y primado de la Iglesia de Inglaterra recordó que estaban allí reunidos ante Dios y ante la fe de la comunidad ‘’para unir a este hombre y esta mujer en santo matrimonio, instituido por Dios mismo’’. También destacó la necesidad de la fidelidad mutua y perdurable y el compromiso de educar a los hijos en la fe cristiana.
Finalmente, ató simbólicamente las manos de los nuevos esposos y decretó: lo que Dios ha unido, no lo separe el hombre.