Está claro que hombres y mujeres son seres idénticos en cuanto a su dignidad pero esencialmente distintos en su naturaleza personal. Ambos géneros se enriquecen el uno del otro en la interacción, las diferencias se convierten en el complemento necesario para el desarrollo personal.
Pero esta realidad natural fue negada durante la Révolution Tranquille, un proceso de ‘modernización’ y secularización que vivió la provincia canadiense de Quebec iniciado a principio de los años sesenta y extendido hasta mediados de los setenta. Aunque Quebec ya era una provincia moderna en un sentido práctico, la sociedad renegó de sus tradiciones cristianas y la tendencia de moda era adoptar ideologías seculares y ‘modernistas’.
Brigitte Bedard es una periodista que aparenta menos de sus 41 años y bromea acerca de la mala suerte de nacer en 1968 en Quebec. Según ella misma cuenta tuvo una infancia típica en una familia atea. Cursó estudios en la Universidad de Quebec en Montreal, considerada una institución izquierdista. Allí estudió literatura para luego especializarse también en la misma universidad.
El pasado mes de Mayo, Brigitte conmovió a los asistentes a la conferencia pro-vida de Quebec Life Coalition cuando relató cómo se atiborró durante años de toda la literatura feminista radical y el profundo sufrimiento que esto le causó.
Mientras estudiaba en la universidad tuvo varios romances con muchachos de su edad terminando todos en desastre emocional.
Empujada por lo que leía, empezó a considerar que el fracaso de sus relaciones sentimentales era debido a que era gay.
Así se decidió a llevar un estilo de vida acorde con esas conclusiones. Ella confiesa que ese estilo de vida la sedujo durante un buen tiempo, solía ir a divertirse con sus ‘amigas’ por la ciudad como si no hubiese mañana.
Pero a pesar de la diversión y la exaltación, reconoce que en el fondo siempre terminaba sintiéndose vacía y con el corazón roto.
Según sus propias palabras ella no era más que un ‘’naufragio mental’’. ‘’Sentía que daba vueltas y vueltas sin control, mantenía la apariencia de estar bien, pero por dentro me sentía miserable’’.
La realidad llego al límite cuando inexplicablemente rompió en llanto en la mitad de una madrugada y comenzó a gritar desesperada en su apartamento vacío en el distrito de moda de Montreal pidiéndole a Dios que se la llevara.
Así lo describió en la conferencia: ‘’allí estaba yo, una feminista militante, lesbiana y atea, tirada en el piso llorando y pidiendo la ayuda de Dios’. No estaba en control pleno de mis sentidos, pero si estaba claramente desesperada’’.