Tu presencia en este mundo no fue casualidad, cuando comenzaste a existir ya estaba decidido cual sería tu sexo, que estatura alcanzarías en tu edad adulta, el color de tus ojos, de tu cabello y hasta una buena parte de tus gustos y tu personalidad.
Tu cuerpo empezó a formarse en la calidez del vientre de tu madre donde las células se multiplicaban con increíble rapidez para que crecieras de una manera en la que no podrías hacerlo nunca más. Apenas tenias cerca de 21 días cuando tu corazón aun inmaduro ya latía con el latido impetuoso de las ganas de vivir. Para entonces tus incipientes bracitos y piernas comenzaban a tomar forma. Hacia el día 42 tu esqueleto comenzaba a formarse y los doctores podían con aparatos muy sofisticados recibir señales de tu cerebro activo trabajando sin descanso.
Hacia los dos meses de existir, todos tus órganos habían aparecido y tus labios eran sensibles al contacto. Podías doblar tus manitos con tus pequeñitas muñecas y podías ser capaz de agarrar un objeto pequeñito.
A los 3 meses pesando apenas 65 gramos y midiendo tan solo 9 centímetros era mucho lo que habías logrado y lo que podías hacer dentro de la barriguita de tu madre. Ya dabas pataditas, podías doblar los deditos de tus pies, voltear la cabeza, bostezar y hasta de chuparte el dedito. Tus oídos estaban ya completamente desarrollados. Eras capaz de cerrar los deditos si te tocaban la palma de tu manito y de doblar tus dedos de los pies al estimulo de la planta de tu piececito. Para entonces jugabas con el cordón umbilical que te alimentaba y te oxigenaba.
Inmediatamente debieron aparecer tus pequeñísimas cejitas y hasta esa pelusita tierna y dulce que adorna delicadamente las cabecitas de los bebes. Estos complementos preciosos venían a acompañar las ya innumerables expresiones de tu carita.
A los 4 meses tu corazón podía ser capaz de bombear unos increíbles 24 litros de sangre. Para entonces y aunque en el aspecto exterior de tu madre no era evidente tu presencia, ella podía sentirte moverte dentro de sí, nadando y dando vueltecitas en su vientre.
A los 5 meses te habrías acostumbrado a los horarios de tu madre, te acostarías a la misma hora que ella lo hacía y te despertarías también con ella. Habrías podido ser capaz de sentir dolor y de escuchar ruidos. De escuchar las voces y los otros sonidos fuera del vientre.
A los 6 meses ya habría sido posible que reconocieras la voz de tu madre. Si por cualquier causa hubieses nacido en este momento, habrías podido sobrevivir con los cuidados médicos apropiados fuera del vientre de tu madre. Para ese momento si alguien acercara su oído a la barriguita habría sido capaz de escuchar los latidos de tu corazón.
A los 7 meses podías haber sido capaz de abrir y cerrar tus ojitos. Tus papilas gustativas estarían ya listas y preparadas para saborear las dulzuras de los sabores de este mundo. Ya tendrías los circuitos neurálgicos de un bebe recién nacido y tu corteza cerebral suficientemente madura para permitirte tener consciencia, habrías tenido la capacidad de sentir y recordar.
A los 8 meses en el vientre de tu madre te habrías dedicado a ganar el peso suficiente para tu nacimiento y te habrías colocado en posición para ser recibido en el exterior del vientre materno.
A los 9 meses te tocaba nacer, pero esto no pudo ocurrir.
No te dieron la posibilidad de vivir, alguien a quien no le pertenecía la decisión, resolvió que tu no permanecerías más tiempo en la tierra.
Sin embargo, tu no le pertenecías a nadie de este mundo, aunque dependías de otros para crecer, eras un ser único con los mismos derechos de quienes te negaron a ti la continuidad de la existencia.
No hubo ni habrá jamás ninguna razón que justifique tu exterminación con una fuerza tan brutal y desproporcionada en relación a tu fragilidad.
Quienes tomaron la fatídica decisión pudieron ofrecerte decenas de opciones diferentes a tu muerte. Pudieron darte en los brazos de muchos otros seres humanos dispuestos a amarte hasta que te llegara el momento de marcharte siguiendo tu propia naturaleza.
Quienes cobardemente colaboraron con tu destrucción deberían buscarse alguien de su tamaño a quien intentar pisotearle la vida, a ver si lo iban a conseguir con la misma facilidad.
A ti y al resto de los más de cincuenta millones de seres humanos a quienes se les niega la vida cada año en el mundo, les pido perdón por la indiferencia de nosotros, los afortunados seres humanos que de una forma u otra logramos estar aquí ayer y hoy.