El Population Research Institute es una organización internacional no gubernamental que trabaja para poner fin al control poblacional y lucha en contra del mito de la sobrepoblación.
Su presidente Steve Mosher y el Director para Latinoamérica Carlos Polo hicieron público un comunicado el pasado 31 de Octubre que vale la pena leer y analizar cuidadosamente:
Unos pocos segundos después de la medianoche un bebé emergió del vientre de su madre, respiró por primera vez y anunció su llegada al mundo con un llanto. Este es el Bebé Siete Mil Millones. Hoy 31 de octubre, es su cumpleaños.
Este día en que nuestro planeta se convierte en el hogar de siete mil millones de seres humanos se marca un hito importante. ¿Pero se trata de un hito en el camino ascendente de la humanidad que deberíamos celebrar o es una advertencia de una catástrofe inminente que debería ponernos en alerta roja?
Para los defensores del control de población del Fondo de Población de las Naciones Unidas y “Planned Parenthood” la respuesta es clara. Ellos hubieran preferido que el Bebé Siete Mil Millones nunca hubiera nacido.
En cambio nosotros celebramos el nacimiento del Bebé Siete Mil Millones. Este pequeñito ha nacido en un mundo que está más próspero de lo que nuestros ancestros pudieron haber imaginado.
¿Qué tan mal van los indicadores de bienestar?
A medida que las cifras demográficas han ido en aumento, los ingresos se han disparado. En 1800, cuando sólo eran un mil millones de seres humanos, los ingresos per cápita en todo el mundo eran apenas US$ 100.00. En 1927 nuestros números se duplicaron, pero los ingresos ya se habían incrementado 5 veces más, hasta los US$ 500.00. Cuando llegamos a los 3 mil millones en 1960, se triplicaron de nuevo a US$ 1,500.00. Hoy, al pasar la marca de los 7 mil millones, el ingreso per cápita se ha elevado a US$ 9,000.00.
Para el 2100, cuando la población esté entre los 7 y 8 mil millones (y descendiendo) está proyectado a ser US$ 30,000 dólares vigentes.
Manejar la tan temida “explosión demográfica” ha sido una verdadera explosión en el desarrollo de la salud y un triunfo sobre la longevidad. En el siglo XIX, 4 de cada 10 niños morían antes de llegar a la edad de 5 años. Hoy en día la mortalidad de menores de 5 años se encuentra en un 6% y descendiendo. Hace doscientos años, la expectativa de la vida humana era menos de los 30 años. Hoy está en los 69 años y ascendiendo.
Es lógico que como la gente vive más, hay más de nosotros en un momento dado.
La calidad de vida en África, Asia y América Latina ha estado mejorando de manera espectacular. Casi todos los indicadores de bienestar han mejorado significativamente: la mortalidad infantil, la expectativa de vida, el nivel educacional y la ingesta calórica, solo por citar unos cuantos, Según el Banco Mundial, el promedio de ingreso en el mundo en desarrollo se ha cuadriplicado desde 1960.
Se produce suficiente grano para cada persona de la tierra, para consumir 3,500 calorías diariamente. No hay necesidad de que nadie muera de hambre en medio de esta abundancia.
La población se ha más que duplicado desde 1960, aunque el rendimiento de la cosecha por hectárea se ha mantenido. El alimento mundial y la producción de recurso nunca han sido mayores.
Las economías siguen expandiéndose, la productividad mejora y la contaminación está disminuyendo. La esperanza de vida se alarga, la pobreza se reduce y la libertad política está creciendo. La raza humana nunca ha estado tan bien en sus posibilidades económicas. Si vemos dramas de pobreza en nuestra época, no se deben a las posibilidades económicas, sino al egoísmo que derrocha dejando a otros sin siquiera lo básico.
La nueva pobreza es demográfica
De hecho el despoblamiento y no la sobrepoblación, es la verdadera amenaza que la mayor parte del mundo enfrenta hoy en día. Unos 80 países que representan más de la mitad de la población mundial sufren de la fertilidad por debajo de la tasa de reemplazo, definida como menos de 2.1 hijos por mujer.
Las poblaciones de los países desarrollados hoy están inmóviles o bajando. Naciones Unidas ha proyectado que, para el año 2050, la población de Rusia se reducirá en 25 millones de personas, la de Japón en 21 millones, la de Italia en 16 millones y la de Alemania y España en 9 millones cada una. Europa y Japón están pronosticados a perder la mitad de su población para el 2100.
Los países con una tasa de fertilidad más baja que la de reemplazo muy probablemente desaparezcan. Sólo es cuestión de tiempo.
Incluso en los países en vías de desarrollo, el tamaño de la familia se ha reducido. Ha pasado de alrededor de 5 hijos por mujer en 1960 a menos de 3 en la actualidad. Y el descenso continúa.
Según la “proyección demográfica baja” de Naciones Unidas, históricamente la más confiable, la población del mundo se elevará a más de 8 mil millones en el 2040 más o menos, y entonces empezará a bajar.
Las altas tasas de fertilidad son cada vez más raras. Las cifras de Naciones Unidas muestran que, para el 2010, sólo 10 países con tasas de crecimiento de población igual o superior a 3.0%.
Para el año 2050, las personas con 65 años de edad o más, serán casi dos veces más numerosas que los niños de 15 años o menores. Las consecuencias económicas del envejecimiento de la población serán el cierre de colegios, disminución de los mercados de valores y economías moribundas.
Haciendo caso omiso a estos hechos, los defensores del control de población siguen esparciendo su mito de la sobrepoblación.
UNFPA y otras organizaciones defensoras del control de población están reacias a informar la verdad sobre las tasas de fertilidad en descenso en todo el mundo, ya que recaudan fondos aterrorizando a la gente con el fantasma de la sobrepoblación. Nos cuentan que la gente pobre de los países en desarrollo está teniendo demasiados hijos. Esto es como decir que sólo a la gente adinerada se le debería permitir tener hijos, una nueva forma de racismo en el mundo.
Deberíamos dejar de financiar los programas de control de población y en su lugar dirigir nuestra atención a los verdaderos problemas como la malaria, el VIH/SIDA y enfermedades infecciosas. Por ahora, mientras las tasas de mortalidad decrecen, las tasas de natalidad también y no hay necesidad de que bajen más. Todo lo contrario.
Unámonos también en la celebración del nacimiento del Bebé Siete Mil Millones. Este bebé es una buena señal para nuestro futuro, un motivo para nuestra esperanza y testimonio concreto de nuestra prosperidad.
La gente es nuestro más grande recurso. Gente dotada extraordinariamente ha contribuido a enriquecer la civilización y extender la expectativa de vida. Pero el hecho es cada uno de nosotros, rico o pobre, es una creación única con algo invaluable que ofrecer al resto de la humanidad.
El Bebé Siete Mil Millones, niño o niña, blanco o negro, cobrizo o amarillo, no es un pasivo sino un activo. No es una maldición sino una bendición. Para todos nosotros.
Carlos Polo Samaniego
Population Research Institute
Director