El embarazo fruto de una relación no consentida y forzada con violencia es siempre un drama. Cualquiera puede entender la atrocidad cometida y la solidarizarse con la víctima. Algunos llegan a considerar aceptable que la madre termine con su embarazo para ahorrarse malestares. Pero la realidad es que el aborto abre heridas aún más profundas a las mujeres maltratadas.
Una mujer víctima de violencia se siente ultrajada, degradada y suele sumergirse en un profundo sentimiento de culpa, al igual que las mujeres que sufren abortos. El procedimiento mismo del aborto, enormemente invasivo por naturaleza, puede conducir a sensaciones similares a las vividas durante el ataque. Un aborto puede aumentar considerablemente el daño causado.
Por otro lado el niño es inocente del mal que se ha ocasionado y tiene tanto derecho a vivir como la madre o cualquier otra persona.
El dolor de un embarazo producto de un ultraje, fué la situación que vivió hace unos pocos meses una una familia argentina, con el agravante de que la víctima del ultraje además era discapacitada. Hace unos meses en la localidad de La Bebida, Hilda, la madre de una joven con severo retraso mental, se dio cuenta de que su hija discapacitada de 23 años estaba embaraza. Al preguntarle a la muchacha quien le había hecho aquello, la joven señalo con el dedo a su cuñado.
Al conocerse el abuso, se produjo un quiebre en las relaciones familiares, pero La noticia del embarazo provocó una reacción muy distinta en la gente del barrio que, empezó a acercarse con ropa para el bebé y con ayuda para la joven y humilde mamá quien es muy querida en el vecindario.
El niño, perfectamente normal, nació hace poco más de un mes con un excelente estado de salud y se ha convertido en el consentido de la familia y de los vecinos, una verdadera alegría para todos.
Legalmente, Hilda y su marido tienen la tutela del niño y la madre, que desde el nacimiento amamanta, cambia pañales y está siempre pendiente de la criatura.
El bebé se salvó de morir porque fue creciendo silenciosamente en el seno de su mamá junto a su familia y así pudo evitar cruzarse con algún ‘entendido’ pro-aborto que viniese a opinar sobre la ‘calidad de vida’ del pequeño y de su familia.
Hilda, su hija y su nieto son testimonio de que, de un evento tan devastador algo bueno y muy positivo puede emerger: una nueva vida.
Se trata de la prueba última de la fortaleza femenina, ni siquiera la violencia física hace reaccionar violentamente contra los propios hijos.