Briony Mackie era una mama de tres niños deseosa de tener el cuarto. Después de considerarlo, ella y su esposo tomaron la decisión de agrandar la familia y poco tiempo después estaba embarazada de su hijo Félix Emmanuel. Después de tres embarazos tranquilos y tres niños sanos la única expectativa que Briony podía tener era la ilusión de la espera por ver nacer al nuevo miembro de la familia.
El primer ultrasonido le dio a la Briony la primera imagen de su vástago mientras la emoción y el entusiasmo crecía para toda la familia que ya se hacía a la idea de su nuevo integrante. Como pasa en estos casos, para los futuros padres, los hermanitos pequeños del bebe, abuelos, familiares y amigos, para todos él bebe por nacer era el tema de conversación.
Hacia el segundo trimestre, el segundo ultrasonido confirmaría un hecho que ninguna madre quisiera que ocurriera. Su esperado niño no estaba desarrollándose como debía, crecía con una forma de anencefalia, y esto tendría consecuencias determinantes para su supervivencia. Félix tenía una alta probabilidad de morir en el vientre de Briony o inmediatamente después del nacimiento si es que lograba llegar hasta ese momento.
No es difícil imaginarse como se le vino el mundo a Briony. Aun peor, para el momento de recibir la noticia, su esposo estaba de viaje por trabajo en Hong Kong, así que ella no tuvo otra opción más que esperar en silencio hasta que la diferencia horaria les permitiera la comunicación.
Briony y su esposo aceptaron que era Félix en sus vidas, ellos lo deseaban intensamente y les fue concedido. Nadie es perfecto, todos tenemos defectos, condiciones, vulnerabilidades. Fue muy difícile y doloroso, pero para Briony y su familia saber cuan frágil crecía Félix, significo la oportunidad de determinarse a vivir con la mayor intensidad posible, el tiempo que el pequeño estuviera con ellos.
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